Motivos para venir a la capital del Algarve hay millones (y todos buenos), pero desde ahora se suma uno más. A su clima cálido, sus playas vírgenes (Ilha da Barreta o Ilha Deserta) y sus calles encantadoras, a mitad de camino entre lo más apetecible de una gran urbe y lo más atractivo de un pueblecito del sur a orillas del Atlántico, se le suma ahora su aire puro. Sin duda alguna, Faro es la niña bonita de Portugal. No lo decimos nosotros, lo dice la Agencia Europea de Medio Ambiente. Faro lo tiene todo, menos contaminación en el aire.
Arenales paradisíacos, una arquitectura preciosa y romántica, llena de Historia y detalles únicos. Los colores de sus calles, su ritmo atrapado entre la prisa de la ciudad y la calma que siempre se respira junto al mar. La vida en Faro es modernidad y tradición al mismo tiempo, restaurantes al más puro estilo de la City sorprendiendo al viajero con los sabores de la cocina de siempre. Dulces llenos de sabor portugués, terrazas en las que olvidarse de la hora, museos tan clásicos como rompedores, una muralla musulmana bajo el Arco da Vila y las vistas más impresionantes desde la torre de la catedral (siglo XIII). Todo impregnado de aire puro. El mejor aire de Europa.
El mejor lugar para venir a tomarse un respiro
La Organización Mundial de la Salud alerta de que más de cuatro millones de personas mueren al año por la contaminación del aire. El límite que marca la OMS para no asumir riesgos para la salud al respirar es de en un máximo de 5 microgramos de PM2,5 (partículas finas emitidas por el petróleo, el carbón o el gas en su combustión) por metro cúbico de aire. La capital del Algarve registra 3,7 microgramos, lo que la convierte en la ciudad de Europa con el aire menos contaminado, según un estudio de la Agencia Europea de Medio Ambiente. Si a esto le sumas que Faro derrocha planes para disfrutar del arte, la gastronomía, el patrimonio y la naturaleza todo el año, el destino pasa a ser perfecto.
Los tres barrios de Faro: el corazón de la ciudad entre murallas y detalles arquitectónicos
Y es que Faro es una ciudad fácil de vivir y de recorrer; tan manejable como efervescente. Su centro histórico se divide en Vila Adentro, Mouraria y Ribeirinho, tres barrios llenos de vida en los que perderse entre callejuelas que dibujan arte con doselas por el suelo. En Vila Adentro, lo ideal es recorrer las calles adosadas a las murallas, con casas de paredes encaladas y arcos que pasan de edificio a edificio; el más famoso, el Arco de la Villa, una de las puertas medievales de la ciudad con un pórtico en herradura de las murallas moras, único en todo el Algarve. Pero este barrio respira Historia por todas partes. Desde las murallas musulmanas (s XI) y su Fábrica de la Cerveza, que conserva el espíritu del Castillo de Faro sobre el que fue construida, a la ermita medieval de Nuestra Señora de la O (templo de los marineros), la Catedral con sus hermosos retablos, su azulejería o la Galerías Municipales Trem y Arco, un antiguo edificio militar recuperado como sala de exposiciones de arte contemporáneo portugués.
Pasear por Mouraria, que en castellano viene siendo ‘Morería’, es hacer un recorrido histórico de Faro a través de su arquitectura. Las casas de piedras labradas, las ventanas con balcón o los tejados de tesoro a cuatro aguas (XVI-XVIII) imprimen singularidad a la ciudad, así como el estilo revivalista del Palacio Belmarço (s XX) o el neo-manuelino del Banco de Portugal. Parada obligatoria es el Café Aliança, el más antiguo de la capital algarvía y el mejor lugar en el que detenerse a degustar algunos de los famosos dulces algarvíos a base de higos o almendras. Un paseo por el Jardín Manuel Bívar al acabar, es la manera perfecta para despedirse de esta zona, no sin antes visitar la Iglesia de la Misericordia y el Museo Regional del Algarve, donde conocer más a fondo las raíces de la región.
Ribeirinho es el otro corazón de Faro con hermosas fachadas de cantería y una arquitectura única, como el Palacio de los Bívar (s XIX), el mejor edificio neoclásico del Algarve, o el Solar del Capitán Mayor (s XVIII), de estilo barroco. La Casa de los Lamprier o la Casa de los Azulejos, con su impresionante frontón, son otras de las grandes joyas por las que venir a Ribeirinho y pararse en alguna terraza a disfrutar de una deliciosa sopa de pescado o un arroz con navajas, regado con un buen vino algarvío. Todo con la seguridad de estar respirando el mejor aire de Europa.